rasgado quedó, de tanto ponerlo, sacarlo, abrirlo, forzarlo, de tanto que una mano se le metía para explorar aquello que pretendía cubrir, o descubrir, el viento, algo de sol transparentándolo, los adoquines rotos, la calle Matucana, lo vieron pasar en esplendor, ondeando, feliz, al viento, una mano se le metía, lo forzaba, lo descomponía, lo rasgaba; hirsuto quedó, aunque el sol, el viento, palacios de la época del salitre, la calle Matucana, lo vieron pasar en esplendor, es que una mano, una mano feroz, sí, trataba, el sol, el viento, la calle, los pasos apresurados deteniéndose cada tanto, planchadito, estiradito, todo en su lugar iba, orgulloso de ser nuevo, pero esa mano, feroz, metiéndose por todos lados, desordenándolo, por qué esa mano, por qué, ondeando al viento, al sol, que permitía ver a contraluz, los adoquines rotos, la calle Matucana, todos testigos, y esa mano, saliéndose con su cometido, arrugándolo, y es que la calle, la despedida, el bus, y más tarde, de vuelta, metiéndose por cualquier intersticio, hasta lograr, una vez puertas adentro, su cometido, y subirlo, forzarlo, explorar más, más, casi romperlo, y ya no sólo la mano, la boca, la lengua, los dientes, el cuerpo entero restregándosele, la tela cediendo, ensanchándose, un ruido, un ruidito de algo roto, poco antes que esa mano, feroz, otra más pequeña, resistiéndose tal vez lo arrojara, las dos quizás, arrugado, después de haber sido nuevo, al suelo.
que mostrar, ninguna hilacha,
muy distintos, de la función
(no, tampoco era para tanto),
alguna vez usó un mohicano,
por eso la corbata limpia, puntual,
exacerbadamente largos, los turnos
en distintos horarios, lograr
el objetivo, que se afeitara,
ordenara su cabello, sus zapatos,
si a veces le resultaba tal vez,
si no le alcanzaba para el mes,
era culpa nuestra, cumplíamos
ordénes, que se controlara,
¡que de una vez por todas se controlara!,
sabemos de buena fuente, fuimos
informados, usaba camisetas
peor aún, no lo vamos a mencionar,
llegado el caso, perdonar,
cuya función es dar seriedad
sea utilizada para otros fines,
resulta, por decir lo menos,
inaceptable, imperdonable,
que una prenda del uniforme
para amarrar la espalda, las manos,
gritaba, el vecindario entero oyó,
de felicidad, podrán esgrimir
en su defensa, no les consta,
nada de eso consta, ni incumbe
a este informe, más que el sujeto
se descontroló, si lo instigaron,
eso no está en cuestión.
*Elisa Montesinos es traductora, periodista y escritora. Master de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Autora del libro de viaje Standby, encuadernado y cosido a mano. Ha realizado talleres de encuadernación artesanal, invitando a los lectores a coser su propio ejemplar del libro. Es editora del fanzine de artes visuales y escritura eL Paper Magazine, realizado en conjunto con la galería Local Project de Nueva York. Actualmente está terminando su segunda novela. Es la profesora del Taller Permanente de Novela en el Taller Estudio 112.