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lunes, 21 de diciembre de 2015

Textos de cierre del Taller Permanente de Novela

Esta serie de relatos forman parte del Cierre del Taller Permanente de Novela en su ciclo 2015. Dirigido por Elisa Montesinos*, el Taller trabaja los textos de los estudiantes desde una perspectiva doble: teórico y técnica; esto a través de distintos ejercicios. Estos textos son parte de la producción de este año y, además, serán leídos en la Lectura de Cierre del Taller:

www.facebook.com/events/794842603978666/


En el lago 
Por Arturo Cuevas

La orilla del lago Caburga lucía tranquila aquella mañana. La transparente bruma lentamente se disolvía dando paso al sol que se levantaba desde las montañas, del lado oriente del país. En la cabaña, custodiada por el personal de seguridad encargado de proteger a las más altas autoridades de Chile, todo estaba en aparente calma. Excepto por la mujer vestida con un sencillo albornoz crema, en evidente estado de agitación. Había dejado su café recién preparado sobre el mesón de granito gris de la cocina, para leer una nota que le habían dejado en la mesa. Tenía las letras de distintas tipografías, recortadas de alguna revista y pegadas en orden para dar un mensaje, alarmante en realidad. La hizo pensar en su hija, quien dormía en una de las habitaciones. ¿Qué broma es esta?, pensó con enfado y preocupación. –¿Gonzalo?– llamó con timbre nervioso. El guardaespaldas entró en la recién remodelada sala de estilo americano con seria solicitud y leyó la carta que la regordeta mujer le entregaba, bajo una mirada inquisitiva. Apenas un minuto después, la casa voló por los aires a causa de la gran explosión que quebró la quietud de todo el lago. –¡Qué mierda!– fue lo único que atinó a decir uno de los atónitos guardias, levantándose adolorido luego de haber salido despedido de su lugar por la onda expansiva. La casa de veraneo de la presidenta de la República había desaparecido, y en su lugar sólo quedaban los escombros que se calcinaban por el voraz incendio. 



Merluza frita

Por Carolina Oyarzo


Cuatro y media de la mañana y suena el despertador. Carmen se levanta como de costumbre a preparar el desayuno a su marido y encender el fuego de la estufa, de modo que la cocina esté algo más temperada cuando sea hora de levantar a los niños. Amador engulle rápido la merluza frita y el café que le prepara su mujer y parte a la labor en su lancha, junto a su compadre Memo. Allí en medio del mar, ya conocidos y navegados de principio a fin todos los recovecos de la zona, se fondean en el lugar previsto y dejan caer sus anzuelos, confiados en que el mar sea una vez más generoso con ellos. La pesca es abundante esta madrugada, y a eso de las ocho de la mañana ya están de vuelta en la isla. Carmen de regreso de haber encaminado a los niños a la escuela, lo espera en la orilla de la playa. El compadre Memo se baja y ayuda a Carmen a subir a la lancha. Juntos parten marido y mujer a la caleta, donde se comercializa lo obtenido. Una vez en el puerto, Amador deja la mercancía en manos de Carmen y regresa solo a la isla. 

A un costado de los botes de la caleta, entre el continuo pasar de las gaviotas, están los puestos de la feria. Carmen se ubica en el suyo, el número nueve, y una vez ordenado y dispuesto todo, comienza a limpiar la sierra y merluza que le entregara Amador. Su vecina de puesto, la Meche, vive cerca de la caleta y ya está instalada entre almejas y choritos. Al igual que el resto de los feriantes a esa hora, comadrean un rato sobre hijos y quehaceres, mientras terminan de preparar sus pescados antes de que comiencen a llegar los clientes. Al rato, a pesar de la neblina y frío costeros, las primeras en llegar son las dueñas de cocinerías, fieles compradoras que pasan temprano por la feria para abastecer su local y deleitar a sus consumidores con los frutos del mar.

Más tarde llegan las "caseritas", abnegadas dueñas de casa, en busca de ingredientes frescos para el almuerzo del hogar. No todos los días el mar cede sus bienes con tanta facilidad, pero la feria rebosa de suministros esta mañana. A la vista queda que la pesca fue fructífera, sin embargo, no todos los puestos logran vaciar su mercadería y no es la excepción el puesto de Carmen. Los últimos en pasar por la feria, ya a una hora en que todo isleño ha comido, son turistas y uno que otro rezagado que se quedó enredado entre las sábanas. Al terminar la jornada, Carmen aún no ha vendido algunas merluzas, mejor suerte para la próxima. Por la tarde, los comerciantes amontonan sus desperdicios y desarman sus puestos. Carmen se sube a la lancha de sus vecinos y regresa a la isla con los pescados que no logró vender.



Al día siguiente la merluza desperdiciada se come frita al desayuno.



Cajita Feliz


Por Alessio Cavalli 


Que las fiestas de fin de año, religiosas o patrias tienen cualquier significado menos el que realmente representan, es una realidad que en mi caso he visto desde que tengo uso de razón. A medida que se instalan más tradiciones americanas en nuestra cultura, las fiestas pasan a ser una aventura total de consumismo. Es así como navidad se asocia a largas horas de estrés adentro de un mall comprando regalos para toda la parentela; semana santa para algunos es irse a Cancún, Miami o alguna playa del litoral central; y fiestas patrias se asocia a comida, carrete y alcohol. No digo que yo no disfrute de esas cosas, pero desde hace varios septiembres siento una gran añoranza, que incluso ya casi se torna en obsesión: recibir una cajita de fiestas patrias.

La empresa para la que trabajo no tiene ese beneficio, pero este año se supo que a los miembros del reciente formado sindicato se les daría una de estas cajas, y según lo que se anticipaba iba a estar bastante buena. Por lo tanto, no lo pienso dos veces y me sindicalizo. Quedo con un poco de tortícolis de tanto asentir y dar mi aprobación a los futuros proyectos que el presidente sindical me cuenta, la verdad es que me importa un carajo lo que habla. Yo simplemente oigo, pero no escucho, por mi mente solo desfilan las imágenes del ritual que llevaré a cabo cuando abra la cajita y de lo linda que se verá la mercadería perfectamente ordenada en mi despensa. Una vez que firmo el libro que me hace oficialmente miembro del sindicato, me comunican que como estábamos muy encima de fiestas patrias, es probable que no me toque caja porque ya están todas repartidas, aunque queda la opción que alguien no la retire y en ese caso avanzaría en la lista de espera. Estoy dos días preocupado, preocupadísimo, casi sin dormir. No quiero este año mirar con odio a los que tienen caja, no quiero desearles que ojalá se caigan y pierdan todo su precioso contenido, no quiero reírme a carcajadas como lo hice la vez que a una pobre niña se le quedó la caja adentro del metro y solo se percató cuando la puerta del vagón ya se había cerrado. Ustedes dirán que estaba corroído por la envidia… así es señores, tenía envidia y no de la sana (que por lo demás no existe), este año quiero ser yo el objeto de envidia de alguien que tenga el mismo grado de amargura dieciochera que tuve yo durante seis años. 

Suena mi teléfono, es el presidente del sindicato y me dice que puedo ir a buscar lo que para mí es un tesoro. Llego con mi cajita al escritorio, me siento, la contemplo, la acaricio, estoy emocionado al leer en un costado “Felices Fiestas”. La meto debajo del escritorio y no me levanto durante toda la tarde, ni siquiera para ir al baño, de tanto en tanto, acerco el pie para cerciorarme que sigue ahí. Al terminar la jornada, subo al bus de acercamiento que me lleva hasta el centro de Santiago. Comienzo a caminar feliz con la cajita en los brazos. Según yo es liviana, de hecho lo es, pero solo para llevarla dos cuadras, no siete. Como nunca he sido forzudo, a las tres cuadras ya voy apenas con la caja. La cara de felicidad se transforma en una expresión de dolor; las miradas que recibo no son de envidia sino de lástima yo creo, «pobrecito, va entero cagado», deben pensar los que se dan el tiempo de observarme. 

Quedan dos cuadras para llegar, vamos, vamos que se puede, lo peor ya pasó, casi no siento los brazos y una enorme catarata de sudor baja por mis sienes. Deseo llegar pronto, decido apurar el paso cuando me parece escuchar en la vereda de enfrente «está temblando», una señora aparece en la puerta de la casa que está a medio metro de distancia, su rostro paralizado por el terror me mira fijamente a los ojos y después baja la vista hacia mis manos, la miro con recelo y pienso «la cajita es mía, vieja sapa». Miro hacia arriba, los cables de electricidad y los semáforos se sacuden violentamente, sé que está temblando muy fuerte, pero mi cajita me protege y neutraliza mis sentidos. Me detengo para percibir el movimiento, pero nada, los cables siguen moviéndose y un automovilista me pregunta mientras el semáforo está en rojo: «¿está temblando?», a lo que respondo con un desganado, «parece que sí».



Estoy justo bajo la torre donde habitan mis padres, ya pasó el temblorcito y decido llamarlos, contesta mi mamá y escucho a la pobre vieja con la voz agitada y en tono apocalíptico diciéndome «hijo, por favor no subas». Es ahí cuando me doy cuenta que no fue un simple temblor y decido valientemente subir a ver cómo está todo, pero primero… vamos a casa a dejar la cajita. En el último trayecto veo a muchas personas abajo de los edificios, algunos con cara de pánico mientras que otros lloran. Me vibra el celular, dejo la cajita en el piso, puede ser importante, es un amigo que me envía un mensaje diciendo, «estoy en un piso 20 ¿qué hago?», calmadamente respondo con una sola palabra, «baja». Llego a mi edificio, la cordura vuelve a mi cabeza y decido optar por dejar la cajita al cuidado de los conserjes y retirarla cuando el caos haya pasado. Voy nuevamente en camino a la casa de mis padres, cuando se produce una fuerte réplica, al terminar me llega un mensaje nuevamente, es mi madre, «hijo por favor no vengas que es peligroso, además cortaron los ascensores». Como buen hijo, obedezco la orden de mi viejita, no tengo la más mínima gana de subir 17 pisos a pie. Vuelvo a mi edificio y pregunto por mi caja, el conserje me dice «pase no más ahí es… estaba», mira hacia todos lados, derecha, izquierda, arriba, abajo; la cajita no está. Seguramente, en el caos de la réplica alguien la tomó, mi tesoro debe estar en el mismo edificio y su contenido siendo dispuesto en otra despensa que no es la mía. Subo por el ascensor, me importa una mierda si tiembla, entro a mi departamento y me siento como Gollum después que le robaron a su tesoro precious. Ya más calmado me pongo a reflexionar y pienso que tal vez fue castigo divino por envidioso, burlón y mal intencionado. Doy un largo suspiro y me digo «hay que erradicar del alma los sentimientos negativos que nos envenenan el espíritu», pero… ojalá te atores con alguna aceituna, te intoxiques con la mayonesa, se te caiga la botella de pisco y al recoger los vidrios te cortes y que tengas unas infelices fiestas patrias, maldito ladrón. Me levanto aliviado, reviso mi alcancía donde junto monedas de quinientos pesos, las cuento, tengo justo diez lucas, decido guardarlas y usarlas para pagar el taxi en diciembre, cuando me entreguen la cajita navideña. Está empezando nuevamente a temblar.


*Elisa Montesinos es traductora, periodista y escritora. Master de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Autora del libro de viaje Standby, encuadernado y cosido a mano. Ha realizado talleres de encuadernación artesanal, invitando a los lectores a coser su propio ejemplar del libro. Es editora del fanzine de artes visuales y escritura eL Paper Magazine, realizado en conjunto con la galería Local Project de Nueva York. Actualmente está terminando su segunda novela. Es la profesora del Taller Permanente de Novela en el Taller Estudio 112.
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miércoles, 4 de noviembre de 2015

La realidad ambigua de Hollywood: Charles Laughton y La noche del cazador

por Francisco Bravo*

Retomaremos nuestro Club de Cine con películas relevantes tanto para la historia cinematográfica como para otras áreas artísticas En esta primera sesión exhibiremos La noche del cazador (The night of the hunter) dirigida por Charles Laughton en 1953.


 Charles Laughton

En la Edad de Oro del cine clásico de Hollywood,  entre los años 1910 y 1960, se explotó el principio de la continuidad o ,en otras palabras, edición "invisible", estilo instaurado por el director D.W.Griffith. Este consistía en hacer la edición de tal manera que no se rompiera la continuidad de movimiento y de acción narrativa de la historia que se estaba contando en pantalla; de esta forma el espectador se involucraba tanto en la película que olvidaba por completo que estaba en un cine presenciando una ficción.

Este estilo de edición, ni más ni menos, es la base del éxito y el reinado de Hollywood hasta hoy(!). Dentro de esta film factory se creaban muchas películas en serie, sin mayor pretensión artística o expresiva; sin embargo, debido a la migración, existían muy buenos directores extranjeros que, a pesar de las exigencias comerciales de los productores, podían dar rienda suelta a su expresión artística a través del cine.


 Charles Laughton como Annex en Spartaco 1960, dirigido por Stanley Kubrick.

Alguno de esos directores fueron Friedrich Wilhelm Murnau, Fritz Lang, Erich von Stroheim y por supuesto Charles Laughton. Este último destacó particularmente por su trabajo actoral, siendo catalogado como uno de los mejores actores de su tiempo, protagonizando muchas películas de la época clásica de Hollywood con mucho éxito (Rebelión a bordo- 1935, La posada de Jamaica-1939, Espartaco-1960) No obstante, sólo se puso tras la cámara una sola vez, precisamente dirigiendo La Noche del Cazador. Su gran experiencia como actor le permitió juntar a un elenco de primera: Robert Mitchum, Lillian Gish, entre otros. Su dirección fue tan impecable que el resultado es un equilibrio perfecto entre la tradición narrativa de D.W. Griffith y el expresionismo alemán, muy parecido a lo que logró Orson Welles con ciudadano Kane. Sin embargo, la critica no entendió su obra y en la taquilla los números no ayudaron.

Después de La Noche del Cazador, Charles Laughton jamás volvería a dirigir-se especula una fuerte depresión- y sumido por el alcohol y las drogas, ya no apareció en ninguna película y ni siquiera siguió con su gran pasión, el teatro. Un día su representante lo fue a buscar a un pequeño departamento que arrendaba en una sucia calle de Los Ángeles, pero su casero le dijo que hace días que no lo veía. Cuando entraron, vieron la figura de Laughton colgando de una soga amarrada a una viga. Triste y solitaria fue la última etapa de uno de los actores mas grandes de la época dorada de Hollywood y un director que realizó sólo una película, pero vaya película, considerada hoy una joya perdida en las arenas hollywoodenses.


                                             Robert Mitchum en La noche del cazador


¿Cuánto de verdad y cuánto de ficción hay en todo lo que rodea la vida de Charles Laughton y su opera prima? Tendrán que venir al club de cine para averiguarlo.


*Francisco J. Bravo, alias Tentáculos, es ilustrador artístico de ALPES y diseñador gráfico del Instituto Duoc UC. Además de sus estudios formales, su interés en la imagen en todas sus facetas lo ha llevado a desarrollar una profunda apreciación del cómic a través de historietas y novela gráficas. Concibe el arte secuencial, sea cómic, manga, o novela gráfica, como la enriquecedora intersección entre la entretención y el arte. Dentro de esta cruza de intereses e inquietudes artísticos, se suman su obsesión por el cine y su pasión por la música. En sus clase de cómic y manga del Taller Estudio 112, Francisco espera estimular a sus alumnos a que busquen su propio trazo y temática en la creación de sus historietas, poniendo hincapié en la dedicación y paciencia necesaria para realizar tal proceso. Desde el 2015 es socio de TE112 a cargo de diseño. Coordina, además, el Club de Cine.


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miércoles, 7 de octubre de 2015

Poesía y Light Painting




La entrada de esta semana es muy especial. Le solicitamos a la profesora del Taller de Fotografía Digital Básica, Paula Molina Echegoyen*, que seleccionara algunas fotografías de sus alumnos. Ella escogió el trabajo de Andrés Obreque, en el cual practica exposición larga y light painting. El obturador permanece abierto durante algunos segundos y así se consigue plasmar el curso de la trayectoria de la luz, "dibujando" figuras con linternas y luces de colores frente a la cámara, dispuesta sobre un trípode.


Una vez seleccionadas las fotografías, le pedimos al profesor del Taller Permanente de Poesía, Francisco Martinovich**, que hiciera un ejercicio con las imágenes. Los talleristas tuvieron que escribir un poema relacionado con las fotografías. Francisco, finalmente, seleccionó el poema de Lucas Jaeger.



Este es el resultado.















Hasta que el obturador corte

déjala pasar, pasear;

dibújese su forma

arrastrada en la calle

luz que en mis ojos

no logro dar con el talle,

esta será la nueva norma

para ver lo que no veía.



Hasta que el obturador corte

luz arrástrate
para que seas línea.


Lucas Jaeger





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*Paula Molina Echegoyen es fotógrafa profesional egresada de la Universidad Arcis en el 2009 con estudios de Arquitectura y Diseño en la Universidad Católica y diplomada en Post Producción y Retoque Digital en la Academia Mac Pc 2014. Su obra se caracteriza por abordar el tema de la abstracción y lo pictórico en la fotografía a través de la observación introspectiva de las formas y objetos. En el 2012, Paula Molina Echegoyen pasa a formar parte del staff de artistas representados por la casa editorial y galería de arte francesa Ae-Editions con su serie La Vía Láctea . En Chile se incorpora al grupo de artistas de la galería Emergente, asociación que se plasmaría en la muestra colectiva 15 Emergentes en el 2012. Actualmente, se desempeña como docente y fotógrafa en Paula Molina E. Fotografía Profesional. Desde el 2013 es profesora del Taller Permanente de Fotografía Digital en Taller Estudio 112.

**Francisco Martinovich Salas es Licenciado en Letras Hispánicas (PUC) y Magíster en Literatura (UCh). Desde el año 2006 ha organizado y participado en múltiples ciclos y recitales de poesía. Ha participado en talleres con Rafael Rubio, Juan Antonio Massone y el Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda, dirigido por Floridor Pérez y Jaime Quezada. En 2012 editó de manera independiente el volumen de poemas Lidia, reeditado por Yogurt de pajarito al año siguiente. El 2014 publicó su primer poemario: Sospecha de nada, por Gramaje Ediciones. Es profesor del Taller Permanente de Poesía del Taller Estudio 112.    


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martes, 22 de septiembre de 2015

La palabra como gesto mágico

por Klaus Poppe*



Trascendente a todo tiempo, a toda manifestación cultural, el humano, por su naturaleza, relata. Movido por la sed de explicaciones o por divertimento, en toda población humana los cuentos de fantasía enriquecen la tradición oral; juegos de imaginería  acompañados del sonido de las piedras o de una vara incandescente arrancada de la hoguera que no solo fortalecía las historias de misterio, sino que también proporcionaba veracidad a quien narraba. Ese hombre que sacude un atado de ramas de un lado al otro acompañaba su relato con una suerte de artefacto mágico primigenio: he ahí las raíces de la tradición chamánica de la magia.

El chamán no solo es un excelente narrador; también conoce los secretos que rigen la naturaleza. Sin ser descubierto, arroja tizón molido al fuego para animarlo ante los ojos atónitos de quienes escuchan: Exento de charlatanería, él cree que ese acto es verdadera magia, e infunde su creencia por medio de la palabra. Por primera vez presenciaríamos un relato acompañado de decepción,  deceptio, deceptionis:“engaño”, la palabra comprende su consecuencia y su fin por sí misma.

Un gran salto temporal. Los juglares teatralizaban sus actos con el fin de desligarse cuanto sea posible de la “magia real”, respuesta natural ante la  negativa de la época a toda manifestación relacionada a la hechicería o la brujería. Cualquier tentativa traía consecuencias mortales: “A la hechicería no dejarás que viva” (Éxodo 22:18). Estos magos y feriantes comenzarían a popularizar algunos de los gestos mágicos que caricaturizan el arquetipo del mago: “Abracadabra”, “Hocus Pocus”, “Presto Voilà”. Estas palabras no solo son florituras verbales, ellas suponen un preámbulo al efecto mágico, acreditan al mago como conjurador y crean un significativo aumento de tensión, previo al asombro. Se volverían de dominio popular, luego que en el siglo XIX Robert Houdin llevase la magia a grandes teatros y magos como Henri Alakazam y Harry August Jansen las ocupasen frecuentemente en sus espectáculos.

Hoy en día, transmutadas estas palabras a chasquidos, soplidos y adornos digitales, la magia ha dado paso a una relación con el lenguaje, lo cual supone un ardid más en el baúl tramposo del mago contemporáneo. Miguel Aparicio, un mago de Granada, España, realizaba un juego de apilamiento de dados (rutina de prestidigitación donde el ejecutante por medio de un vaso y un gesto de muñeca consigue apilar una serie de dados en vertical) ¿Cómo convertir esta rutina de corte habilidoso en magia pura? Aparicio decide usar solo la voz como medio. Terminado su acto, el cubilete queda boca abajo en la mesa, el mago se acerca al público y dice: Con cuatro dados hay mil jugadas  posibles, salvo una que es imposible”, luego levanta el vaso y efectivamente están apilados. Sin trampa alguna, se gana los aplausos de su público.


¡Se puede hacer magia solo con la voz!



El español Juan Tamariz, considerado unánimemente como el mago más importante de nuestra época, se presentaba normalmente en televisión y en radio. La pregunta siempre se repetía: ¿Puedes hacer  magia por  radio o es imposible? Ante el reto, ya a principios de los ochenta, Tamariz desarrolló una serie de juegos que presentaría en el aclamado programa Un, dos, tres: “Tocando el infinito” y “L´homme masqué”; en ellos eliminaba el factor del llamado telefónico, abriendo la posibilidad de leer, grabar y emitir 
magia, posteriormente, en cualquier momento y a cualquier distancia. Tamariz había inventado, en sus propias palabras, la “Verbimagia”.

En el año 2010, el mago chileno Juan Esteban Varela profundiza en esta idea y desarrolla un show de magia sin elementos. “From the dark” es un espectáculo de magia en completa oscuridad. Plantea un quiebre a los paradigmas sobre la habilidad del mago y descubre una posibilidad única en la historia, hacer magia para ciegos.

“Siempre y cuando una persona tenga la capacidad de imaginar, es posible estimular su fantasía con ficción. Siempre y cuando una persona tenga la capacidad de razonar, es posible intervenir su proceso de interpretación y crear un misterio. Siempre y cuando una persona tenga la capacidad de emocionarse, es posible convertir un juego de magia en una experiencia personal. La vista, como cualquier otro sentido es solo un medio: el propósito final de la magia es la emoción y el asombro”

Juan Esteban Varela, From the dark.


No hay mejor forma de esclarecer las dudas del lector que llevando a la práctica tanta teoría apresurada. Los dejo con la voz de Varela, una pequeña maravilla de su espectáculo para no videntes:


   


*Klaus Poppe es mago profesional con 10 años de trayectoria, miembro activo de la Hermandad Mágica de Chile desde el año 2008 y dueño de la tienda mágica Mr.Twisted. Premiado en las jornadas juveniles de la escuela de don Fernando Larraín, actualmente es reconocido nacionalmente por sus pares, gracias a su acto “los aros del artesano”. Es el profesor del Taller Permanente de Magia en Taller Estudio 112.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Si se ha de escribir correctamente poesía



por Francisco J. Martinovich*

El poeta Enrique Lihn escribió "Si se ha de escribir correctamente poesía/ no basta con sentirse desfallecer en el jardín/ bajo el peso concertado del alma o lo que fuere/ y del célebre crepúsculo o lo que fuere./ El corazón es pobre de vocabulario [...]".

Quizás es cierto: simplemente no basta. La angustia de un trabajo bien hecho puede agobiar a cualquier ejecutor, llámese músico, pintor, ajedrecista, fotógrafo, comerciante o panadero. Esto es aún más evidente cuando las reglas que norman el "buen hacer" están claras y definidas. Pero ¿qué pasa cuando, quizás necesariamente, las reglas no están allí?

La poesía es un oficio complejo, difuso, explicado por miles a lo largo de la historia y, finalmente, comprendido por muy pocos. Este oficio sometido tanto a la pulsión creadora interna del poeta (ese fuego incontrolable que muchas veces es la necesidad de escribir) como a la ética involucrada en todo tipo de actividad humana, puede terminar para el incipiente creador en una angustia que es inherente a todo ejercicio: la responsabilidad de "hacerlo bien".

De aquí, dos dimensiones: tendremos que ser fieles a lo que queremos expresar, a la pulsión, al "contenido" del poema que queremos escribir; y además ser leales con la forma "correcta" de poner estas ideas en tinta.

"Se juega al ajedrez/ con las palabras hasta para aullar./ Equilibrio inestable entre la tinta y la sangre/ que debes mantener de un verso a otro/ so pena de romperte los papeles del alma" aporta Lihn. Su perspectiva es iluminadora: escribir poesía tal vez es un constante debate entre el equilibrio y el desequilibrio y eso puede ser lo más complicado de inferir para quien se sumerge por primera vez en esta práctica.

En el Taller Permanente de Poesía, forma y contenido son temas regulares de debate y trabajo. ¿Es más importante lo que quiero decir o cómo lo digo? Como artistas en formación, intentamos comprender y develar nuestro mensaje, nuestra obra; pero como artesanos y obreros del lenguaje, pretendemos también dominar nuestras herramientas con una maestría tal que nos entregue la lucidez de saber que nos aproximamos al punto deseado. No es fácil, no es cómodo, pero nada hace más diestro al artesano que horas y horas de práctica y ejercicio.

En este espíritu pretendimos, como ejercicio, reescribir este célebre poema de Enrique Lihn, intentando reflexionar respecto a nuestro propio Norte de forma y contenido. Un ejercicio cargado con el riesgo implícito de tomar la palabra, con el atrevimiento de quien busca esquivar los parámetros universales creando los propios, con la tozudez de quien, finalmente, busca su propia voz, firma y lenguaje a través de la poesía.

Si se ha de escribir correctamente poesía, vengan entonces algunos fragmentos:

"Si se ha de escribir correctamente poesía
habría que caminar con paso calmo y sentidos agudos
capturando, susurro a susurro, ese algo inaprehensible
ese rayo de sol disuelto en el follaje
como siendo testigo de algo que respira
de algo que se escribe porque no debe perderse
porque hay que capturarlo
aunque sea ilusorio y la vida se quede en eso"
Victoria Ramírez
"Nacer con los días contados,
parido en la oscuridad,
con una herida en el costado,
y nunca alcanzar la verdad"
Arturo Gálvez
"Si has de escribir correctamente poesía
has de poner tu piel de revés,
que la sangre fluya del corazón a los dedos"
Paulina Román
"Si usted ha de escribir incorrectamente poesía,
No juegue ajedrez,
Son puros cuadraditos,
y en él faltan las redondeces,
Si usted quiere equivocarse y meter la pata,
Mejor aún,
porque usted será así,
imperfecto y rico"
Dennis Muñoz
"Si es el puño izquierdo o el derecho el que se ha
de levantar con fuerza, con fuerza yo diría:
lo mismo que usted yo quisiera ser comandante,
pero no interrumpa que la Tórtola le diga
al Gorrión lo de cada mañana [...]"
Alexis Gutiérrez
"Si se ha de escribir correctamente poesía
dejar de mirar, repasar y empezar a ver,
aun si se ve algo que sólo habita detrás de los ojos
aun si la pastosa cotidianidad tapó casi del todo
los brillos, lo bello.
-lo real-"
Lucas Jaeger
"Si se ha de escribir correctamente poesía
Si se ha de plasmar el instante, en que se roba el silencio
Si se ha de preguntar a las tinieblas sobre el origen de las letras
Si se ha de establecer un punto referencia en una lluvia estrellada sobre el mar"
Ignacio Waidele
"Sólo puedo decir que intente
mirarse desde lejos y dudar de todo,
para que pueda escribir, que los pies están en el cielo
y los ojos detrás del cerebro.
Vea cómo se le alargan los dedos en el grafito,
y cuente –si quiere- por qué las polillas vuelan en círculo,
por qué nos idiotizamos más en invierno,
o por qué corremos tanto para tener algo cuando viejos."
Felipe Riffo

"Tienes que esperar a escuchar el tiempo, el tiempo que se posa en las cosas a esperar la quemadura de tus dedos

Ahí comenzará la batalla de tus huesos; de tus huesos; de tus huesos que siempre quieren alcanzar el brillo glaucoso de tus ojos; que siempre quieren sentir la frescura, porque ya están cansados del sabor a muerte.

Ahí comenzará la batalla."
Lina Bilbao

"Ud. mejor que nadie señor poeta,
debe saber que su herramienta
-la palabra- tiene ¡poder!
Si aún no se entera de eso
tome su lapicito, su cuadernito
y guárdelos en un cajoncito."
Daniel Moreno

*Francisco Martinovich Salas es Licenciado en Letras Hispánicas (PUC) y Magíster en Literatura (UCh). Desde el año 2006 ha organizado y participado en múltiples ciclos y recitales de poesía. Ha participado en talleres con Rafael Rubio, Juan Antonio Massone y el Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda, dirigido por Floridor Pérez y Jaime Quezada. En 2012 editó de manera independiente el volumen de poemas Lidia, reeditado por Yogurt de pajarito al año siguiente. El 2014 publicó su primer poemario: Sospecha de nada, por Gramaje Ediciones. Es profesor del Taller Permanente de Poesía del Taller Estudio 112.

lunes, 24 de agosto de 2015

Playball

Por Ludo*







Ludo lleva gran parte de su vida escribiendo y dibujando. Estudió Ilustración Artística en la Escuela ALPES y Diseño gráfico en el Instituto Los Leones. Conoce muy bien los procesos de edición editorial, imprenta y gestión cultural. La contemplación, la fantasía y las historias en general son un deleite para él y más gratas son cuando van acompañada de algún "monito" que le invite a ser parte de lo narrado. No cree en los dibujos perfectos o en las imágenes hiper-realistas; para eso mejor sacamos fotos, ¿no? Es nuestro profesor del Taller Permanente de Cómic Manga.

martes, 11 de agosto de 2015

Objetos Confiscados

por Elisa Montesinos*

vestido

rasgado quedó, de tanto ponerlo, sacarlo, abrirlo, forzarlo, de tanto que una mano se le metía para explorar aquello que pretendía cubrir, o descubrir, el viento, algo de sol transparentándolo, los adoquines rotos, la calle Matucana, lo vieron pasar en esplendor, ondeando, feliz, al viento, una mano se le metía, lo forzaba, lo descomponía, lo rasgaba; hirsuto quedó, aunque el sol, el viento, palacios de la época del salitre, la calle Matucana, lo vieron pasar en esplendor, es que una mano, una mano feroz, sí, trataba, el sol, el viento, la calle, los pasos apresurados deteniéndose cada tanto, planchadito, estiradito, todo en su lugar iba, orgulloso de ser nuevo, pero esa mano, feroz, metiéndose por todos lados, desordenándolo, por qué esa mano, por qué, ondeando al viento, al sol, que permitía ver a contraluz, los adoquines rotos, la calle Matucana, todos testigos, y esa mano, saliéndose con su cometido, arrugándolo, y es que la calle, la despedida, el bus, y más tarde, de vuelta, metiéndose por cualquier intersticio, hasta lograr, una vez puertas adentro, su cometido, y subirlo, forzarlo, explorar más, más, casi romperlo, y ya no sólo la mano, la boca, la lengua, los dientes, el cuerpo entero restregándosele, la tela cediendo, ensanchándose, un ruido, un ruidito de algo roto, poco antes que esa mano, feroz, otra más pequeña, resistiéndose tal vez lo arrojara, las dos quizás, arrugado, después de haber sido nuevo, al suelo.

corbata
amarradita,
puntual,
de noche o de mañana,
limpia, controlada,
sin ninguna mancha
de vino,
ni de nada,
ninguna pelusa
que mostrar, ninguna hilacha,
apretaba
la parte del cuerpo que,
justamente,
no quería ser apretada,
otras sí, otras
pedían a gritos,
casi,
si pudieran,
para fines distintos,
muy distintos, de la función
institucional,
fiscalizante,
inquisidora
(no, tampoco era para tanto),
que se le había asignado
al muchacho ese
que una vez,
sí, hay pruebas,
alguna vez usó un mohicano,
por eso la corbata limpia, puntual,
exacerbadamente largos, los turnos
sobrehumanos, noches
enteras, madrugadas
para cansarlo, probar
su resistencia, siempre
en distintos horarios, lograr
el objetivo, que se afeitara,
ordenara su cabello, sus zapatos,
su vida, y fuera,
planchadita la camisa,
lustrados los zapatos,
a ganarse el pan
de cada día,
si a veces le resultaba tal vez,
un poco duro
el pan, o amargo,
si no le alcanzaba para el mes,
eso, que se oiga bien,
nada de eso
era culpa nuestra, cumplíamos
ordénes, que se controlara,
¡que de una vez por todas se controlara!,
y menos, menos que
sabemos de buena fuente, fuimos
informados, usaba camisetas
de bandas de rock,
¡debajo de la camisa
planchadita, incólume!,
y no sólo eso, un hedor
a cerveza, un halo,
peor aún, no lo vamos a mencionar,
a hierbas, por respeto,
no lo vamos a mencionar,
eso sí, se le podía,
llegado el caso, perdonar,
lo otro no,
jamás,
que una corbata
cuya función es dar seriedad
a gente como esa,
poner un límite,
sea utilizada para otros fines,
resulta, por decir lo menos,
inaceptable, imperdonable,
que una prenda del uniforme
se utilice así,
escabrosamente,
para amarrar la espalda, las manos,
al respaldo de la silla,
gritaba, el vecindario entero oyó,
de felicidad, podrán esgrimir
en su defensa, no les consta,
nada de eso consta, ni incumbe
a este informe, más que el sujeto
se descontroló, si lo instigaron,
si se oyeron risas,
si ella pedía más, más,
más apretada la corbata,

eso no está en cuestión.

*Elisa Montesinos 
es traductora, periodista y escritora. Master de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Autora del libro de viaje 
Standby, encuadernado y cosido a mano. Ha realizado talleres de encuadernación artesanal, invitando a los lectores a coser su propio ejemplar del libro. Es editora del fanzine de artes visuales y escritura eL Paper Magazine, realizado en conjunto con la galería Local Project de Nueva York. Actualmente está terminando su segunda novela. Es la profesora del Taller Permanente de Novela en el Taller Estudio 112.

jueves, 30 de julio de 2015

El Ojo Fotográfico: Ciudadanos armados


Estas declamaciones sobre la fotografía pretenden cosquillear puntos sensibles, a fin de provocar opiniones diversas y respuestas dispersas.

Por Katrina Pennington
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De un día para otro, todos amanecimos como fotógrafos. Pantalla en mano, corre por delante nuestro un flujo de imágenes cotidianas (comida, gatos, selfies) y eventos extraordinarios (protestas, noticias, tragedias). Por un lado democratización, expresión, y conciencia política. Por el otro, exceso, indiferencia y superficialidad.

El negativo de la foto concebida como objeto sin sentido es la fotografía pensada como acción de poder. Poder de adquisición: “tengo el iPhone 6S y se nota” o de juventud, “mírenme que aún estoy bello”. Poder de ubicación: “estoy en el aeropuerto camino a Cancún” o de conocimiento, “soy suficientemente inteligente para que esto me importe”. Poder de gusto, “¿te das cuenta que soy artístico?” o de indiferencia: “todo lo que no sale en mis fotos es por una decisión inversa sobre la expresión de mi inteligencia, gusto y experiencia del mundo”. 

Los científicos del conocimiento aseguran que disparamos y somos disparados miles de veces al día. Aunque nunca haya existido una foto neutra ni mucho menos silenciosa, ahora, entre tanto ruido moderno, las fotos se vuelven más desesperadas. En medio de esta guerra urbana, vale preguntarnos: ¿Qué fotografío y por qué? ¿Qué propongo, o me niego a proponer, con mis imágenes? ¿Cómo represento mi diálogo visual con el mundo? ¿Soy autocrítico con el vocabulario de mis imágenes? Por otro lado, como receptor, "presa", más que consumidor: ¿Me doy cuenta que la fotografía es una representación subjetiva y maleable de la realidad? ¿Cómo evalúo la mirada del fotógrafo; condescendiente, ingenua, comprometida? ¿Me importa la ética que rodea a la fotografía, o creo en el arte por el arte? Entre balas y sonidos de construcción, en el coro no hay voces unánimes.

Cada fotografía grita su historia visible y, al mismo tiempo, susurra su historia escondida fuera del encuadre. El auto-retrato compartido abarca y abraza los 97 anteriores que no tuvieron el ángulo, la luz ni el puchero preciso. La foto con la pareja insinúa las peleas de anoche y el intento de reconciliación. El retrato de protesta en 2015 esconde y revela las secuelas de 17 años de dictadura.

El problema con la fotografía, así como con la escritura, es que una vez que comenzamos a ver las fantasmas detrás del revelado, todo comienza a deshacerse. Las piezas de la máquina visual se vuelven visibles; las palabras se decepcionan de sí mismas. El selfie por el selfie ya no sabe igual. Terminaremos todos de manera precaria, evangélicos declamando en una plaza vacía. Entre cigarrillos y tiritones de frío, alguien se acordará de nuestras armas. Ahora cada compañero cuenta con un portal, por humilde que sea, para sacar la voz. Arte, política, periodismo, poesía, parodia. ¿Por dónde vamos? El vagabundo más endeudado se atreve a preguntar. ¿Democracia? ¿Revolución?

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